
¿Las personas podemos cambiar? ¿Podemos, bajo ciertas circunstancias, modificar nuestros valores, pensamientos y actitudes? Resulta indisputable que la biología nos ha demostrado que la selección natural resume en escasas líneas ese azaroso proceso de adaptación a las circunstancias por medio de las características derivadas de los genes. Eso no se puede controlar. Pero bien es cierto, que otros factores y aptitudes, adoptadas para la superación de situaciones adversas que tienen su origen en la experiencia, son igual de indispensables.
La personalidad fue fundada por nosortros mismos ante la renuncia y adopción de ideas, en tanto que nos ayudan a alcanzar la felicidad. Una felicidad que resulta ser la meta de toda persona. Cambiamos, en definitiva, en función del acercamiento a la Eudeimonía solo cuando estamos al límite de perderlo todo. Ese miedo es irrenunciable, necesario y motivador.
Pero no nos podemos remitir a la llegada de esa situación extrema, nos arriesgamos a la posibilidad irrevocable de que no haya una vuelta atrás. Tenemos que encontrar la fuerza de voluntad que supere la abulia que nos mantiene pegado a la cama y buscar siempre ser mejor persona, en una palabra, "mejorar". Sin embargo, el dilema mana de la convicción natural del ser humano de "no actuación" si de momento se está cómodo, pero es necesario que haya una preparación para las hecatombes. Solo digo eso. Pero de las crisis tengo mucho de qué hablar.
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