domingo, 14 de julio de 2013

La enfermedad de Romeo

Hacerse sentir como el ser más rastrero de la Tierra, un papel de estornudo sin valor; hacerse mostrar al mundo como el incomprendido que continúa tarde tras tarde intentando conquistar a la mujer que él cree que será la mujer de su vida, padecer de su tortuosa mirada de desprecio que ratifica la imposibilidad de vuestra compartición del tiempo... Todos estos síntomas solo pueden pertenercer a la enfermedad de Romeo.

Como nos gusta lo prohibido, la adversidad, lo difícil. La propia experiencia me confirma que solemos amar a imposibles, tal vez, como excusa para no aventurarnos a comenzar una relación plausble. Tenemos en el más alto altar su figura y la idolatramos con la consiguiente puesta en escena de todo el esfuerzo que jamás se verá recompensado. Alzamos nuestra pena de voz inquieta sobre la ferocidad del universo, para que éste responda al unísino con un "Olvídate de ella", pero sabes que eso es imposible,
seguirás con tu tragedia hasta que sea demasiado tarde, no haya vuelta atrás, y tu vida haya sido una auténtica pérdida de tiempo... ¿O es que acaso no puede ser de otra manera vista por aquellos felices que tienen entre sus brazos a la persona con la que quieren vivir? Y si alguna vez fueras, fruto de tu insistencia y entrega, glorificado con su amor; que no te extrañe que en ese mismo instante dicha persona te deje de interesar, pues el atractivo de la distancia desaparece y como consecuencia el motivo de tu gusto.

El problema más grave radica cuando nunca es correspondido este amor y en tu vida sabrás si tu interés por esa persona era exclusivamente trágico, o tal vez, y realmente sea el verdadero amor de tu vida, que has dejado pasar tras la ventana. Lo único que queda, es desear a esa persona la feliidad que tu nunca tendrás.

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