domingo, 30 de octubre de 2011

Introducción al amor empírico. La célula

Antes de poder abalanzarnos y preguntar retorcidos a nuestros dilemas y curiosidades con lo poco que sabemos, convendría, a mi humilde juicio, que sepamos y reconozcamos ciertas cuestiones a cerca de la visión empírica del amor como la genética o la evolución de las especies.

Primero, si lo que se busca es una respuesta inicial y última tendremos que orientarnos hacia la unidad de vida más primordial, la célula. Es difícil establecer la categoría de vida, pero el convenio que se ha establecido es el de si realiza o no las funciones vitales: Relación, reproducción y nutrición... A lo que lleva a claros dilemas sobre la obtención de la verdad acerca de la realidad mediante la Gnoseología, pero eso es otro tema que ya debatiré más profundamente.

¿Qué es la célula?
Por definición podríamos decir que la célula es la unidad estructural, funcional y genética última que conforma a todos los seres vivos en mayor o menor número de ellas. Hay dos tipos de células: Las procariotas, que tienen el material genético disperso por el citoplasma, y las eucariotas, que tienen el material genético encerrado en un núcelo. Las células humanas disponen además de numerosos orgánulos que realizan las funciones metabólicas y reproductivas. En el interior del núcleo se encuentra la cromatina, formada por el ADN y proteínas histonas, (la gente los suele confundir con los cromosomas, pero estos solo aparecen cuando la célula se va a dividir y la cormatina se condensa formando dichas estructuras). En el caso de los humanos, tenemos 46 cromosomas, o lo que es lo mismo, 23 pares de cromosomas homólogos, es decir, cada uno procedente de uno de los dos progenitores.

Las moléculas de ADN están divididas en genes que son fragmentos de ADN que contienen la información necesaria para sintetizar una proteína que a su vez se expresará en un carácter. Es decir, en el interior de nuestras células tiene lugar un proceso de interpretación y traducción para pasar del lenguaje del ADN al lenguaje de las proteínas, lo que hace que esa célula tenga una función determinada y a grandes rasgos se traduzca en un nuevo carácter. Una vez que sabemos esto podemos aplicarlo a la teoría de la evolución de Darwin.

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