No hace mucho me pidieron, en un ejercicio de análisis y perspicacia, que indicara en un plano de la geografía política del mundo la situación exacta de mi hogar disponiendo para ello de únicamente el dedo índice de mi mano. Yo, creyendo hacer lo que me pedían, señalé el área de la Península Ibérica, a lo que me preguntaron dos cosas: ¿Es verdadero el lugar que señalas? Y, ¿te podrías haber acercado aún más a su posición exacta usando en vez del dedo una lupa y un lápiz, que podrían ser cada vez más perfectos? Respondí que sí, y así lo hice concluyendo que cuanto más me esforzaba por buscar donde vivía con lupas y lapiceros más perfectos me acercaba progresivamente a la localización verdadera. De la misma forma opino que deberíamos alcanzar la respuesta sobre la identidad del ser humano y su determinación, buscando aproximarse a la causa más precisa que conforma nuestra identidad, la genética.
Bacon fue el primer filósofo en plantearse las ideas que posteriormente se transformarían en lo que hoy llamamos método hipotético deductivo o método científico. Después Locke plantearía que nuestra mente es una "tabula rasa" carente de cualquier pensamiento y que solo puede llenarse con conocimientos derivados de la experiencia, habiendo dos momentos: la observación con los sentidos y la reflexión con la razón. El escepticismo impide a la ciencia tener una verdad absoluta y total acerca de un fenómeno observado porque no podemos asegurar que la observación y la reflexión en otro momento y lugar lleguen a la misma idea. Pero ¿de qué otra cosa no nos vamos a fiar si el único contacto que tenemos con la realidad son unos sentidos que nos engañan? ¿Qué es la verdad? Si vamos a adoptar una posición escéptica, al menos, que sea útil para el ser humano.
Partamos de una concepción pragmática de la verdad. William James pensaba así, afirmaba que el conocimiento real era aquel que saciaba las necesidades y los intereses de los seres humanos, proporcionando a la verdad un valor cuantitativo en función de los beneficios y utilidades que podamos extraer de ella. Así por ejemplo, entre dos teorías científicas que tengan distinto fundamento, pero que confluyan en una misma conclusión, será más verdadera la teoría que se traduzca en unos resultados tecnológicos más provechosos para el hombre. En resumen, las personas somos como los caballos con orejeras, queremos avanzar por un camino lleno de obstáculos en el que no importa la realidad que lo rodea, sino la realidad que nos permite superarlos de la manera más beneficiosa posible.
Por tanto, teniendo en cuenta las ideas del empirismo y la verdad pragmática, puedo decir que mientras un conocimiento científico sea útil, aun estando abierto a una posible rectificación, será verdadero.
Como decíamos al principio, deberíamos buscar aproximarnos a la causa más precisa que conforma nuestra identidad. Con esta idea la ciencia ha dividido al ser humano en sucesivos niveles de organización subyacentes a conjuntos de conjuntos, descubriendo la causa que provoca que un nivel superior sea lo que es. Así decimos que el sistema esquelético es lo que es por los huesos, que los huesos son lo que son por el tejido óseo... Y así sucesivamente con sus respectivos niveles anteriores. Con esto podemos decir que el ser humano es lo que es por la energía condensada en forma de materia que tiene masa y que forma los componentes subatómicos. Estos componentes forman los átomos, los átomos las moléculas, las moléculas las células, las células los tejidos, los tejidos los órganos, los órganos los sistemas, los sistemas los aparatos y los aparatos, finalmente, el organismo. A estos niveles atómicos y celulares corresponde la genética. Los genes de una célula hacen que esta produzca una molécula química que se traducirá, a niveles tan superiores como el propio organismo, en un carácter. Otros genes se traducirán en otros caracteres. Esto fue lo que concluyeron de manera empírica Beadle y Tatum. Darwin propuso que los factores del medio incidían en estos caracteres haciendo de unos ventajosos y de otros desventajosos para la supervivencia del individuo que los posee. Si un individuo sobrevive y se reproduce transmitirá sus genes a su descendencia. De tal manera solo los genes que se traducen en un carácter ventajoso permanecían en la especie, y esto es la evolución.
Somos la combinación de billones de células, sometidas a un entorno, resultado de la evolución. Lo que llamamos razón, mente, comportamiento y cultura, son en realidad la ilusión creada por la suma de las estructuras procesadoras de información que constituyen el cerebro, un órgano. Pienso igual que Paul Churchland y Steven Pinker. Somos un cerebro.
El entorno de un ser humano está formado por la sociedad y el medio en el que vive. Desfragmentándolos en unidades más específicas concluimos que la sociedad se puede definir como un conjunto de personas, cada una de ellas definida de manera independiente como hemos expuesto; y por el medio, un conjunto de elementos materiales naturales y artificiales creados por el ser humano. El ser humano vive en sociedad porque es mejor para su supervivencia. Las personas se relacionan entre sí a través del lenguaje y los sentidos, intercambiando información y procesándola con sus respectivas estructuras cerebrales, de aquí viene lo que llamamos el aprendizaje, la imitación y la cultura. La información queda retenida en menor o mayor medida por la memoria, esta información es la experiencia que se traduce gracias a las neuronas en lo que llamamos pensamiento, un pensamiento que condiciona nuestro comportamiento y que viene del exterior. Por tanto solo podemos concluir que la identidad de un ser humano está determinada por su propia genética y por la genética de las personas que forman la sociedad en la que vive.
Por otro lado es conveniente resaltar otros puntos de vista que han abordado la pregunta sobre la identidad por caminos diferentes. Ya Sócrates anunciaba que "el hombre es su alma", y por alma entendemos la razón. Así el cuerpo se convierte en un mero instrumento vulgar e instintivo de alma. Platón seguiría con la dualidad cuerpo y espíritu, en la que se enlazaban en perfecta sincronía dos dimensiones mutuamente necesarias para constituir la esencia de la persona, dando absoluta prioridad al alma por ser la fuente de todo lo bueno. Durante toda la Edad Media el ser humano pasó a ser la creación física y contingente generada a imagen y semejanza de Dios, puesto en la Tierra y dotado de la más alta dignidad. Descartes retomó la idea de las dos dimensiones del ser humano en forma de sustancias e intentó definir al ser humano mediante las relaciones entre el cuerpo-máquina y el espíritu humano o razón. La razón es el signo más emblemático del hombre y es superior al cuerpo.
Todos estos argumentos tiene algo en común, se bastan con separar materia y espíritu sin indagar en las causas más precisas que los forman. Posiblemente porque nunca tuvieron ni los medios, como las lupas y lapiceros más perfectos, ni la oportunidad de buscarlas. Esto ha tenido una consecuencia, la humanidad, hoy, confía más en esta noción acerca de la identidad que la biológica, pero, ¿por qué? ¿Por qué le molesta tanto a la humanidad una definición precisa y analítica que busca explicar lo que te hace ser como eres? Opino que es porque llevamos demasiados siglos con una filosofía que ahogaba las penas de los seres humanos que se preguntaban por las cosas. Esto daba esperanzas a los hombres, que por tener uso de razón se creían únicos, poseedores de la más alta dignidad. Tantos y tantos años de bello pensamiento literario impregnaron a la ciencia de la duda filosófica buscando cada vez más molestos porqués últimos que nunca se agotaban y que entorpecían su marcha
La filosofía busca las causas del todo, sus primeros principios, pero se pierde por el camino dando muchas respuestas invisibles y nunca llega a las causas más precisas y, ese pienso, es su gran error. La filosofía y la ciencia son dos compañeros de piso que llevan conviviendo desde hace mucho, la filosofía está anciana y decrépita y está a punto de desvanecerse, pero antes debería firmar su testamento dejando la propiedad de su casa a la joven ciencia, una casa, que aunque cimentada por la filosofía, se sostiene por las leyes de la ciencia, y corresponde a la realidad.
Para no perdernos recabemos todos los argumentos que han ido apareciendo a lo largo de la disertación. La filosofía está anticuada, y va dejando de tener sentido a medida que avanza la ciencia. Los argumentos que da la filosofía sobre la humanidad son imprecisos por no abordarla desde su causa más precisa. La biología evolutiva, la neurociencia y la psicología cognitiva son muy útiles para el ser humano por ejemplo para la cura de enfermedades, por tanto son verdaderas. Estamos determinados por nuestra genética, la genética de la sociedad y por los fenómenos físico-químicos que interactúan con nuestro cerebro. La teoría del caos no rige nuestro universo, todo se puede explicar buscando causas últimas cada vez más pequeñas.
Muchos podrían pensar que si se derribara el pilar la verdad pragmática todas mis ideas se irían desmoronando en una especie de efecto dominó, sin embargo, ¿quién es el que me va a negar que todos, aunque lo neguemos, tenemos por verdad lo que diga la ciencia?¿Quién se va a revelar contra sus profesores de Física, Biología y Química, por haberles enseñado algo que no sabemos si es cierto? ¿No es de hipócritas creer que la ciencia no describe la realidad, pero si es verdadera solo cuando nos conviene?
Volvamos a formular la pregunta. ¿Nuestra identidad está determinada por la naturaleza, la sociedad o es independiente de ambas? Mi respuesta final es que estamos determinados por la naturaleza y la naturaleza de la sociedad y más profundamente por la disposición en la cual se compactó la energía inicial del Big-bang que fue creando niveles de organización cada vez más complejos que finalmente serán lo que en un principio determinó esta explosión universal. No puede pasar nada que no esté determinado por este acontecimiento. Somos una combinación energética en un universo determinado.
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