sábado, 25 de mayo de 2013

Discurso de graduación 2012-2013 Salesianos Atocha

Decir, antes que nada, que este discurso ha sido elaborado conjuntamente entre Alicia Fuentes y yo. Lo único que puedo decir es que es todo un honor poder representar a un grupo de personas, que fuera de cursilería y relamidos comentarios, me ha demostrado lo maravillosa que puede ser la vida. Sin más dilación aquí os dejo con el discurso.

Queridos alumnos, orgullosos padres, amigos y familiares; y por supuesto, pacientes profesores. Gracias por estar aquí y bienvenidos al momento con el que tanto soñábamos. Un sueño compartido enmarcado con sonrisas, quebraderos de cabeza y recuerdos increíbles que llevaremos siempre con nosotros. Celebramos la clausura de un ciclo, no como una tarde de tristeza, sino como un momento de gratitud, para recordar lo verdaderamente importante, la historia que permanece a nuestras espaldas y que nos ha hecho coincidir aquí y ahora. Cada uno ha recorrido su propio camino, solo tenemos que echar la vista atrás y pensar en las primeras caras asustadas y nerviosas, las palabras de ánimo y de miedo de los profesores, el primer contacto con personas que, sin saber porqué, después se convertirían en verdaderos amigos...y un largo etcétera.

Querer es poder, pero poder implica sacrificio, y nosotros lo hemos hecho. Somos conscientes de que ha sido uno de los años más duros y exigentes de nuestra vida, nadie lo puede negar, demasiada presión y escaso tiempo. Pero ahora, una vez recogidos los frutos de nuestro esfuerzo, podemos asegurar orgullosamente que ha merecido la pena. Es cierto que ha habido ocasiones en la que nos hemos sentido solos e impotentes, a veces notábamos que nos flaqueaban las fuerzas y nos planteábamos la posibilidad de abandonar; pero vosotros, padres, profesores y compañeros, los que siempre estáis ahí, sois los que habéis tenido las palabras de aliento y apoyo que nos han ayudado a superar las dificultades y a seguir adelante dejando atrás nuestros errores, transformándolos en experiencia. Por ello, una vez más, gracias.

Es verdad que muchos de nosotros somos unos recién llegados y otros llevan aquí toda una vida, pero esto no ha sido, ni mucho menos, un motivo para separarnos. Desde el primer momento hemos creado auténticos lazos de amistad entre nosotros, hemos puesto, bajo el espíritu de esta casa salesiana, las ilusiones, sueños y aspiraciones de un grupo de jóvenes que persigue una meta común: ser felices. Lazos incluso con los profesores; seguro que nunca se os olvidarán los paseos de Don Paco por los pasillos durante el recreo, la calculadora mental de Juan Carlos, la metafísica de Julia y la locura de sus filósofos, los chistes verdes de Manolo, los pollitos de Anselmo… Reconocedlo, hemos vivido una de las experiencias más maravillosas de cuantas hemos tenido. No solo hemos crecido académicamente, sino también en nuestra dimensión personal.


Puede que los conocimientos que hemos adquirido sobre las distintas materias, que tantas veces hemos criticado, nos sean útiles en un futuro laboral, en cambio los valores, actitudes y enseñanzas, que nos habéis transmitido a lo largo de estos dos últimos años, son igual o más importantes y nos han hecho ser, al fin y al cabo, mejores personas. Hemos aprendido a superarnos, a entender el valor del trabajo, a querernos y a respetarnos, a cuidar de nosotros, pero a la vez, de la gente de nuestro alrededor, entregarnos solidariamente a los demás de forma libre y desinteresada, en definitiva, hemos aprendido a ser voluntarios. Ya lo decía Rousseau: “El hombre solo puede pensar en sí mismo si piensa en los demás”. Miréis donde miréis, encontraréis caras conocidas igual de emocionadas que las vuestras.

Estamos ante las puertas de uno de los cambios más importantes. Y en nuestra mano está saber responder con valentía y decisión. Tenemos miedo a lo desconocido, es natural, pero ya no somos críos, hemos alcanzado la madurez suficiente para tomar las riendas de nuestra vida. Siempre se ha dicho y siempre se dirá, solo necesitamos un motivo que nos empuje, una meta que alcanzar, confianza en nosotros mismos y una fuerza de voluntad, que una vez más, aquí, nos ha demostrado lo que puede llegar a conseguir.

Dicen que las palabras se las lleva el viento, pero solo podemos recurrir a ellas para mostraros lo que juntos hemos hecho posible. Hoy no nos despedimos, cada vez que escuchemos nombres como don Bosco o María Auxiliadora acudirán a nuestra imaginación los momentos de los que os hablábamos, porque este lugar ha sido, es y será nuestra casa. Cada día, mientras amanezca, y recordemos porqué hacemos las cosas seguirá habiendo un destino escrito para nosotros. Una historia nueva que deberemos aceptar, respetar y de la que deberemos responder. Y para ello hay que ser felices, hay que ser positivos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario