Dilucidar someramente algo tan complicado como la dialéctica, resulta majestuosamente difícil. Pero quien soy yo para poner límite a mi capacidad resoluta, y conformarme, yo mismo, con mi explicación. Hablé de los cambios opcionales tras la valoración más útil para la consecución de nuestra felicidad, pero no comenté nada de la motivación personal de dicha alteración.
Pudo, en alguna ocasión del pasado, pasar por mi cabeza la idea de la futilidad de la existencia. Comentar con mi profesora de ética que la vida es solo dolor, un valle de lágrimas donde volcamos nuestra ira y nuestras excusas de niño mimado. Seríamos más felices siendo setas en unas condiciones climatológicas favorables, sin procupaciones y sin el eterno dilema de qué hay más allá de la muerte. No hay planteamientos, ni pensamientos sobre la identidad introspectiva de uno mismo. No hay nada, tampoco sufrimiento.
Y ella me contestó que, en la vida, tener esa visión solamente puede ser fruto de la falta de un motivo por el que respirar, por el que luchar y por el que vivir... Si no estás muerto, si estás leyendo ésto es porque tienes un motivo para no quitarte la vida, significa que si no has caído en la cuenta de ello es porque eres una seta que vive bajo el árbol de la despreocupación y la rutina corriente. Si eres consciente, sabes que tienes un motivo, una ley, un principio...por el que seguir adelante, que sea la fuente de la mayor parte de tus actuaciones a tener en cuenta y que acabe promoviendo tus cambios y decisiones. Yo tengo el mío, ¿y tú?
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