viernes, 14 de junio de 2013

El síndrome de la territorialidad

Hace mucho, en la biblioteca María Moliner, en el apartado de los libros de lingüística, estaba yo buscando las intrincadas palabras que aparecerían en mi primer poemario. Lo único que tenía a mano para escribir era mi agenda escolar... Y allí se quedaron las muy condenadas en el 7,8 y 9 de mayo de 2012. ¿Por qué cuento esto? Porqué fui testigo directo, en ese momento, de uno de los problemas más graves del ser humano, que aún no tiene solución, y que tanto daño puede hacer a nuestras relaciones sociales, el síndrome de la territorialidad.
No soy psicólogo, ni mucho menos, pero creo dar cuenta de costumbres y comportanmientos humanos en tantas numerosas ocasiones que puedo caer en leyes y principios que probablemente se vuelvan a repetir y que tengan su causa en un aspecto lógico y coherente con el mundo que nos rodea. Escribo para mí, y aunque se pueda pensar que este dogma me hace caer en el miedo de no saber responder a lo que se me pregunta con una barata excusa, autónoma y personal, creo conveniente que se consideren mis palabras.

No soportamos el dolor, ni físico ni psicológico, y todo mal que creemos percibir lo diseminamos lo máximo posible en nuestros allegados y personas de confianza, para minar su magnitud y hacer a todos un poco responsables. Un dolor que es mucho mayor cuando perdemos una parte de nuestra vida que siempre hemos rechazado y a la que hemos ignorado porque básicamente era demasiado fácil de mantener. Cita: "No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos", una gran idea, que se responde con el síndrome de la territorialidad. En este caso vi en la biblioteca como un joven le pedía a otro un utensilo de escritura y éste se lo negó porque lo iba a utilizar... Pena, que esa herramienta haya sido ignorada hasta ese momento. Con las personas pasa algo parecido con las parejas y las rupturas, seguro que sabéis a lo que me refiero.



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