domingo, 21 de julio de 2013

La negativa de Sócrates a la escritura

La petrificación del pensamiento humano a través de la impermeable escritura ha llevado, en algunos casos muy remotos y esporádicos, a la falsa interpretación de unas palabras y a la toma de una ideología que en nada se corresponde con la verdadera intención del filósofo. Es lo malo de la imposibilidad de la contestación de un texto a tus preguntas y al desconocimiento del aura que rodeaba a su autor en el momento de poner la pluma sobre el papel.

Sócrates pasó como una sombra dubitativa sobre sus discípulos dejando, eso sí, las nociones necesarias para que ellos llevaran a cabo la tarea de la perdurabilidad de su mente a través de los tiempos. La única manera de poder llevar a cabo el arduo proceso de purificación del alma, de encontrarse así mismo y a la verdad, de filosofar… es por medio del diálogo, de la conversación en la que los engañosos aduladores de la retórica se revelan a la luz del Sol como unos ignorantes y los realmente pulcros de alma se ensalzan como los seres más perfectos.

En mi primera lectura del prólogo de “El tema de nuestro tiempo”, de Ortega, di cuenta de la verdad de sus palabras y la negativa de un parlante para plasmar lo que quiere decir con un decir, pues ningún decir dice lo que realmente quiere decir por las limitaciones de la misma lengua y la capacidad receptiva de los lectores. Nuestro diccionario particular, el hábito de haber tenido la conveniente sensación de que determinadas palabras quedan perfectamente integradas en un contexto a expensas del error que pudieran emitir los oyentes del mensaje, es un instrumento útilmente imperfecto que encarcela nuestro potencial. La memoria pronto elude el porqué del texto y hace perder su contenido entre la palabrería.

Noto que cada vez aproximo mi lenguaje a la esencia de mi pensamiento. La pega, que tengo que ponerlo por escrito.

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