martes, 20 de agosto de 2013

DE UNA NIÑA DE PROVINCIAS QUE SE VINO A VIVIR EN UN CHAGALL

Y quedé prendado, totalmente, como cuando uno se ve iluminado repentinamente por la llama de las sagradas escrituras, de la poesía neosurrealista de Blanca Andreu.

Todas las inquietudes y formas de expresión que tanto trabajo me lleva plasmar sobre un papel con una soltura implacable, con la aurora y el sucedáneo de abstracción del mundo, el rozar con las uñas, y no con los dedos, los vapores de la atmósfera; son magistralmente llevadas a lírica por esta poetisa. Texto, cabe citar, galardonado en 1980 con el premio Adonáis de poesía y que venía a romper con la, en mi opinión, aburrida toma de conciencia locamente calmada que no llega a ninguna parte descendida desde los crispados años cincuenta.

Era necesario que los jóvenes se deshicieran de las trabas creadoras y se soltaran el moño, y ella lo consigue abriendo el camino a todo un nuevo mundo de posibilidades. Golpes a diestro y derecho de irracionalidad puramente metalingüística que se comban sobre sí mismos hasta asomar la cabeza del alfiler la imagen onírica. No puedes hidratar la ceñidamente roja espira que expeles por la glándula y borbota en las paredes de la piel... No puedes coger aire, no puedes. Como una tormenta de árboles, ramas y autores, el drama de las drogas cae de súbito en las manos de un lector desconcertado que no puede más que imaginar las locuras soñadas por una mujer que vive completamente enajenada por la realidad.

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