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miércoles, 4 de junio de 2014

Humilde confianza

Creo firmemente, dada mi condición de prototipo bioquímico antropológicamente físico, empíricamente prágmático a momento y circunstancia; que los seres humanos somos concebidos con la Tabula rasa de Locke, una mente en blanco diseñada para retener conocimiento superviviente. Nacemos como una masa imberbe de llanto desgarra tímpanos parentales, que vivirá una de las infancias más caras y duraderas del reino Eukaryota empalmando y enraizando las neuronas, es decir, aprendiendo. 

El aprendizaje es una cuestión de experiencia personal, confianza y humildad. La asunción de los propios yerros, como la yema que se quema en la llama; contribuyen a construir una imagen prudente y distante del mundo, saber qué y qué no. Necesitamos confiar en ciertos principios de verdad para no tener que demostrar el infinitamente basto escepticismo y no temer tener que perder la vida en el intento, sin al mismo tiempo, encerrar a nuestro delicioso genio en el dogmatismo inamovible de los más testarudos. Por último, ser humilde con nuestros profesores y libros de texto con sus últimas ediciones; aceptar con cautela lo que nos puedan decir hasta que no estemos, por otros medios y por nosotros mismos, convencidos total o parcialmente de lo contrario.

Aprendamos pues a sobrevivir, a filosofar, a alcanzar la verdad... No sin olvidar la ardua tarea de ser imperfecto y seguir existiendo.

lunes, 17 de marzo de 2014

La vida es concentración

¿Se buscarán acaso, como los amantes prófugos, las moléculas fundacionales de la realidad para fundirse en la armonía propia solo de la más perfecta completitud condicionada a la dialéctica de la realidad evolutiva? Lamentablemente, tanta belleza no es sino una ilusión tácita de probabilidad de encuentro y una mezcolanza de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza rivalizando por imponer su bandera inmaterial.

Miles de proteínas por célula, y todas necesarias, cientos de miles de entidades moleculares que se distribuyen azarosamente y sin rumbo establecido empujadas por su relativa facilidad para escabulliste de los brazos dipolos de las moléculas de agua hasta que mágicamente, misterio poético, se zafan del caos y se regocijan en el cosmos. Un terrible y milagroso puzzle de infinitas piezas donde cada una de ellas ocupa miles de estados y paisajes rebotando contra las paredes inertes del sistema antes de que descansen exactamente en su féretro a medida.

Vida es aumentar la estadística, la concentración de lo necesario en el sarcófago que guarda tan primorosamente la esfinge de la ciencia, para que lo que sea, sea antes para sobrevivir y anticiparse a los desmanes del futuro incierto. Vivir es abrir un abanico de posibilidades y dejar que el destino elija una carta.

domingo, 16 de febrero de 2014

¿Por qué la naturaleza ha elegido este lado del espejo?

La sierpe que recorren los brotes de hojas ascendiendo por la planta, la escalera de caracol que contiene las bases de nuestra genética, la concha de los moluscos varados en la playa, el rosetón de los girasoles, la espiral del remolino galáctico, nuestras manos de mono gordo y desnudo... son ejemplos del único sentido elegido por la naturaleza para desarrollarse a favor o en contra de las manecillas del reloj. Y de nuevo, como más analítica causa subyacente de la vida, ¡la Bioquímica fundacional!

La naturaleza ha perpetuado su intrínseca quiralidad siguiendo tajantemente la ley, principio universal, de ocupación del estrato de menor energía disponible, la tendencia incuestionable a mantenerse en la existencia. Solo algo existe cuando no hay razón que indique lo contrario, una misteriosa causa de azar caótico que haga desaparecer y sustituir a aquellas entidades que no se ajusten a la dinámica impuesta por la realidad.

La evolución biológica en toda su gloriosa y majestuosa serenidad ha seguido a la perfección esta dirección y sentido cribando por selección natural las formas que realmente tienen mérito de continuar sobre la faz de la Tierra a su gusto circunstancial. No tenemos acaso ojos para ver, sino una vista gracias a los ojos. Una Biología teleológica es un absurdo contrasentido que esconde el verdadero porqué de las cosas. Los aminoácidos constituyentes de las proteínas han tomado su decisión, ser L. La elección primigenia, en los primeros momentos del origen de la vida, fue lo único importante; a partir de aquí, el resto de ramificaciones estructurales se explican por sí solas. El reto es descubrir la causa que decantó la primera balanza y, ¡anda que no hay divagaciones sobre la asimetría de partículas!

sábado, 25 de enero de 2014

La negativa de la célula a seguir las leyes termodinámicas

Terminando mi etapa secundaria en la educación española, sacudí a mi profesor de Biología con una despotricada cuestión cascarrabias que solo tiene aproximaciones: ¿qué es lo que hace viva a la célula si la química elemental es la misma que la de las piedras, qué subyace bajo la característica vital? No supo responderme tajantemente, él ni ninguna mente obcecada aún en la idea vitalista del Medievo… Pero ahora que estoy en el ojo del huracán sí puedo otorgarme a mí mismo la confianza del autoconocimiento ampliamente consensuado.

En filosofía de la ciencia los núcleos de las teorías son los órganos  más inamovibles y delicados, es decir, si una teoría no dilucida explicación plena ante un fenómeno se prioriza la revisión de las hipótesis que constituyen el cinturón de proposiciones científicas que han manado del centro origen, pero que no son, ni mucho menos, elementos inseparables de éste. Las leyes de la termodinámica constituyen el núcleo de la termodinámica, valga la redundancia. Una ciencia que entre otras cosas ofrece una explicación de los sistemas dinámicos y contrariamente ordenados de la vida que no aumentan su entropía.

Las células crecen, viven, se reproducen modelando estructuras cada vez más complejas a partir de los energéticos enlaces químicos que portan moléculas como el ATP  cuya ruptura, altamente favorable, permite hacer posible el desencadenamiento de reacciones no favorables como la organización superior. Eso sí, la energía solo se transforma, y esa diferencia de energía se desliza hacia el exterior como calor agitado, esta vez sí, aumentando el desorden de los  alrededores de la célula.

La vida es un desequilibrio químico que se mantiene ordenándose continuamente acoplando reacciones favorables a otras que no lo son, aumentando la entropía de su entorno, para finalmente alcanzar la serenidad del más profundo de los estados de menor energía, la muerte.

domingo, 19 de enero de 2014

¿QUÉ ES ESA COSA LLAMADA CIENCIA? 2º EDICIÓN

Mi encantadora profesora de historia del pensamiento, ante la demanda de recursos didácticos continentes de filosofía de la ciencia, me recomendó, antes que los tostones enjutos y aburridos de los reyes de estos dominios, un pequeño librillo de un doctor por la universidad de Londres.

Chalmers hábilmente propone, en su justa medida, una tierna e inocente introducción gnoseológica llena de amenas referencias bibliográficas que se metamorfosean, lábilmente y sin aviso, en cantidad de luminosos pozos enraizados que desembocan afluentes en cada vez más profundas filosofías que deberá indagar a su gusto y contemplación el lector ansioso de conocer más sobre la obra de Popper, Lákatos y Kunh entre otros.

El hondo problema del real sentido de la ciencia que hoy por hoy, relegado a un segundo plano por los desalmados técnicos de laboratorio que no pasarán nunca a la historia, se desliza desapercibido entre las insulsas apariencias de la verdad verdadera como una ilusión vaga que no tiene cabida, por más que lo intente, en un desierto tan pragmático como es el presente. Preparan los jumentos las probetas para un laboratorio que no se puede salir del guión de las prácticas.

Tan importante es saber corregir los defectos lógicos e inviolables del inductivismo más estricto e ingenuo como conocer las aplicaciones falsacionistas de una proposición a través de los valores cuantitativos del lenguaje, irónicamente, método intrínseco de divulgación general de la ciencia. Recomiendo encarecidamente este libro para quienes, inquietos,se plantean todo.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Falsacionismo

La ciencia debe componerse de teorías y leyes universales susceptibles de ser falsables mediante un enunciado observacional lógicamente válido. La hipótesis mana de la necesidad de respuesta ante un problema en el universo que no es satisfactoriamente explicado. De ahí, el buen ingeniero de ideas desarrolla tales experimentos que puedan potencialmente descartar esa teoría que, si presume de imbatibilidad, deberá mantenerse en pie ante los envites de la refutación, pues lo peligroso de la universalidad es que por leve que sea la mota de polvo que anule la proposición más firmemente arraigada, el mismo universo desmorona.

Así nace una auténtica y rebanada marea de afilados ensayos y errores destinados a acabar con las malas yerbas que brotan del jardín del conocimiento por muy prometedoras y fecundas que parecieran. Solo la teoría que mejor sobrevenga los asaltos científicos, de quienes se pretenden proclamar como el único principio de autoridad válido, adquirirá una categoría más elevada, no porque se trate de la teoría más verdadera, que en estos entornos la verdad se difunde demasiado deprisa por los torrentes estériles de una cuadrícula de bata blanca que no ve más allá de los principios estrictos de la inducción ingenua que solo mantienen, cree él, su existencia biológica de supervivencia fútil; sino porque será la que mejores respuestas otorgue.

Aparece un valor cuantitativo en la ciencia. Cuanto más falsable sea una teoría mejor será dicha teoría. No hablamos de alcanzar la esencia de la realidad sino de conformarnos, a nuestro debido tiempo, con el reclamo de una idea que por el momento se mantiene en pie, pudiendo ser la definitiva o no. Solo tenemos que tomar como ejemplo la transición física entre las ideas de Aristóteles, Newton y Einstein para darnos cuenta de lo que nos deparará el futuro, un futuro análogo del que quiero ser partícipe.

sábado, 5 de octubre de 2013

Inducción

La primera vez que leí la palabra inducción, a la mente se me voltearon todos los semas magnéticos en un panorama de líneas de flujo sobre una superficie cuadriculada. Un pequeño margen de mi libro de Física de primero de bachillerato trataba de aclarar los términos inducción y deducción.

La inducción es un mecanismo tan naturalmente insertado en nuestra vida diaria que pocas veces nos hemos parado a pensar en si realmente sus pilares fundacionales son verdaderamente válidos, al margen de su correspondiente utilidad. Cuando vemos el cielo nuboso esperamos la lluvia que hemos visto caer todos los días igualmente encapotados, es decir, nuestra sesera, a través del hábito y la observación de fenómenos, ha relacionado necesariamente dos acontecimientos contiguos en el espacio y en el tiempo como causa y efecto, creando generalmente la ley superior de conexión bruma celeste con cascadas de agua. 

Las predicciones, como  buena anticipación, nos preparan para recibir de la mejor manera posible los envites de un futuro destino sepultado en un enigmático féretro del que desconocemos su contenido. Pero nunca podremos estar tajantemente seguros de lo que va a pasar, pues la inducción se realiza a través de numerosos casos particulares del pasado que no guardan conducción con el devenir de las cosas. Tocamos el fuego, nos quemamos, ¿si lo volvemos a palpar, quemará de la misma forma? ¿nos helará la yema de los dedos? Hume, en su crítica al principio de causalidad derrumbó los pilares de una filosofía científica aún demasiado débiles, proclamó el posible escepticismo del mundo, pero no minó el ánimo de los físicos a los que alentó a seguir descubriendo leyes que hicieran nuestra existencia un poco más fácil.