lunes, 17 de marzo de 2014

La vida es concentración

¿Se buscarán acaso, como los amantes prófugos, las moléculas fundacionales de la realidad para fundirse en la armonía propia solo de la más perfecta completitud condicionada a la dialéctica de la realidad evolutiva? Lamentablemente, tanta belleza no es sino una ilusión tácita de probabilidad de encuentro y una mezcolanza de las cuatro fuerzas fundamentales de la naturaleza rivalizando por imponer su bandera inmaterial.

Miles de proteínas por célula, y todas necesarias, cientos de miles de entidades moleculares que se distribuyen azarosamente y sin rumbo establecido empujadas por su relativa facilidad para escabulliste de los brazos dipolos de las moléculas de agua hasta que mágicamente, misterio poético, se zafan del caos y se regocijan en el cosmos. Un terrible y milagroso puzzle de infinitas piezas donde cada una de ellas ocupa miles de estados y paisajes rebotando contra las paredes inertes del sistema antes de que descansen exactamente en su féretro a medida.

Vida es aumentar la estadística, la concentración de lo necesario en el sarcófago que guarda tan primorosamente la esfinge de la ciencia, para que lo que sea, sea antes para sobrevivir y anticiparse a los desmanes del futuro incierto. Vivir es abrir un abanico de posibilidades y dejar que el destino elija una carta.

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