domingo, 16 de marzo de 2014

El mundo del ARN

Y en los primeros albores de la historia, en aquellas fuentes termales no vacacionales de sulfuro y ciclos inversos que generaban complejidad en la última lámina de agua ¿qué fue antes, el huevo ADN o la gallina proteica? Resulta paradójico pensar que tal dogma central de la biología molecular, del que solo se salvan las bestias víricas más indómitas, se retroalimenta tan magníficamente preciso en una rotonda sin salidas, donde una vez una mosca perdió su rumbo y ahora no es más que un fósil.

La llave, saber que para que se exprese la información genética son necesarias las proteínas, pero a la vez, pensar que dichas proteínas son sintetizadas siguiendo las instrucciones de la misma índole incrustadas en la doble hélice. Una respuesta bastante consensuada recae en el papel ambivalente de la molécula hermana del DNA, el RNA, que tanto permite servir de base provisional de datos formantes de enzimas, como se han observado actividades catalíticas propias de polipéptidos.

Surgiría el RNA, ni se sabe aún cómo muy bien, pasaría un tiempo suficiente coacervado en algún tipo de protocélula; se autoescindiría, partiría y reaccionaría, para finalmente sustituirse por una molécula más estable y con mayor posibilidad de longitud. ¿Pruebas? La producción de proteínas en las fábricas celulares de éstas, los ribosomas, se lleva a cabo gracias a una molécula de RNA, tal vez un residuo primitivo de lo que hace mucho tiempo significaba estar vivo y tener una identidad.

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