miércoles, 4 de junio de 2014

Humilde confianza

Creo firmemente, dada mi condición de prototipo bioquímico antropológicamente físico, empíricamente prágmático a momento y circunstancia; que los seres humanos somos concebidos con la Tabula rasa de Locke, una mente en blanco diseñada para retener conocimiento superviviente. Nacemos como una masa imberbe de llanto desgarra tímpanos parentales, que vivirá una de las infancias más caras y duraderas del reino Eukaryota empalmando y enraizando las neuronas, es decir, aprendiendo. 

El aprendizaje es una cuestión de experiencia personal, confianza y humildad. La asunción de los propios yerros, como la yema que se quema en la llama; contribuyen a construir una imagen prudente y distante del mundo, saber qué y qué no. Necesitamos confiar en ciertos principios de verdad para no tener que demostrar el infinitamente basto escepticismo y no temer tener que perder la vida en el intento, sin al mismo tiempo, encerrar a nuestro delicioso genio en el dogmatismo inamovible de los más testarudos. Por último, ser humilde con nuestros profesores y libros de texto con sus últimas ediciones; aceptar con cautela lo que nos puedan decir hasta que no estemos, por otros medios y por nosotros mismos, convencidos total o parcialmente de lo contrario.

Aprendamos pues a sobrevivir, a filosofar, a alcanzar la verdad... No sin olvidar la ardua tarea de ser imperfecto y seguir existiendo.

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