viernes, 6 de junio de 2014

Ser complejo, ¿ser superior?

Sentarse a mi vera, en las tediosas clases de mi grado bioquímico, significa reconocer de vez en cuando una tímida mueca por ver en la inopia a los profesores que aseveran sobre nuestra superioridad legítima manada directamente de nuestra "mayor complejidad".

Debéis comprender que soy incapaz de digerir tal barbarie atacante a mi filosofía más arraigada. El sentido de la vida, personalmente creo, es la existencia; y toda entidad de la realidad que cumpla estrictamente con este motivo será considerada por mí, perfecta. Perfección, como suma excelencia en la línea de la presencia en el mundo, por estar presente compartiendo y compitiendo tu momento.

Por eso creo que deberíamos abandonar esa primitiva idea, tan enquistada en el bulbo raquídeo, de relacionar instantáneamente una mayor complejidad coordinada con una primacía especial. Una bacteria no deja de ser inferior a nosotros, antropocéntricos, por estar compuesta por menos elementos; si razonamos desde la existencia.

Tal vez, las descontentadas siempre asociaciones de animales deberían sinceramente plantearse si su mayor afectividad selectiva hacia unas especies u otras brota de su más próxima correspondencia filogenética con los mamíferos. ¿Quién salvará a la mosca del vinagre tan denigrada, mutada, mutilada y torturada por los genéticos?

Tanto lo más ínfimo como tú, si existís, sois perfectos en este sentido.

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