Mi encantadora profesora de historia del pensamiento, ante la demanda de recursos didácticos continentes de filosofía de la ciencia,
me recomendó, antes que los tostones enjutos y aburridos de los reyes de
estos dominios, un pequeño librillo de un doctor por la universidad de Londres.
Chalmers hábilmente propone, en
su justa medida, una tierna e inocente introducción gnoseológica llena de
amenas referencias bibliográficas que se metamorfosean, lábilmente y sin aviso,
en cantidad de luminosos pozos enraizados que desembocan afluentes en cada vez
más profundas filosofías que deberá indagar a su gusto y contemplación el
lector ansioso de conocer más sobre la obra de Popper, Lákatos y Kunh entre otros.
El hondo problema del real sentido de la
ciencia que hoy por hoy, relegado a un segundo plano por los desalmados técnicos
de laboratorio que no pasarán nunca a la historia, se desliza desapercibido
entre las insulsas apariencias de la verdad verdadera como una ilusión vaga que
no tiene cabida, por más que lo intente, en un desierto tan pragmático como es
el presente. Preparan los jumentos las probetas para un laboratorio que no se
puede salir del guión de las prácticas.
Tan importante es saber corregir
los defectos lógicos e inviolables del inductivismo más estricto e ingenuo como
conocer las aplicaciones falsacionistas de una proposición a través de los
valores cuantitativos del lenguaje, irónicamente, método intrínseco de
divulgación general de la ciencia. Recomiendo encarecidamente este libro para quienes, inquietos,se plantean todo.
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