El efecto traspuesto de la cárcel del Romeo contemporáneo, como un ígneo pájaro que sobre nuestro féretro arroja delicadamente una rosa, me abofetea de lleno dejando palpitante una extraña reflexión que quiero compartir con el resto de mis vecinos cadáveres del cementerio.
Combinando varias entradas llego a una conclusión. Si no encuentro un motivo vital nuevo que me desemboque en un cambio seguiré estrictamente viviendo la misma vida día tras día, de la misma forma. Eso significa que mi concepción de amor decimonónico no tocará techo si no provoca en mí impacto alguno en forma de petición o apuñalamiento. La indiferencia y el discurrir leve de los tiempos me dejará siempre con la duda si no me corresponde, pues no sabré si amo porque no me ama o amo porque la amo, no sabré si finalmente soy el espíritu de la contradicción que tantas veces he criticado horrendamente por solo buscar un imposible adverso para luego devorar el corazón o si verdaderamente no puedo distanciarme porque me es imposible la existencia sin su conocimiento, sin su felicidad.
Lo único que sé es que solo que cabe esperar a que el crono me de una respuesta, y tener esperanza antes que miedo porque la vida me ha demostrado que así se avanza más. Pero tal es el desasosiego que maduro en mi sien cuando visiones celosas invaden el cuerpo calloso, que no sabré reaccionar ante eso que tanto temo y que nunca digo, porque sé que inevitablemente seré testigo de ello. Mi completa destrucción. No me arrepentiré de las acciones que convenientemente ejecute tras un hondo razonamiento, de la misma forma que quiero que lo hagáis, tú y todos, para que luego no venga el llanto y rechinar de dentinas almibaradas, como dije una vez y recuerdo. ¡Suerte lamentable!
No hay comentarios:
Publicar un comentario