¡Dinamita! Hondamente. Así un
bigote retorcido y deidad se convence de pasar a limpio algunas de sus
exploraciones sobre el origen de la moral a través del análisis filológico, en
primera aproximación, de las etimologías de las palabras "bueno" y
"malo". Porque los valores a los que nos hemos clavado, astas de una
cruz mesiánica, son solo eso, palabras.
Friedrich Nietzsche aniquila todo pilar fundacional de la Europa embutida en la antigüedad que en su día invirtieron los judíos resentidos. ¿Qué fue del bien de los poderosos? ¿Qué cambió para que tras Jesucristo los buenos fueran los pobres, humildes y humillados? Ir en contra de la voluntad de poder natural e intrínseca del hombre, hundir el espíritu en la depresión de una oveja merina zarandeada por las acometidas del bastón de un parásito pastor asceta.
La ciencia, solo repite el mismo desembocar creacional de sus ilusiones en otra ilusión mayor, de la misma forma que Sócrates y su discípulo favorito alejaban la vida terrenal en un mundo inteligible, de la misma manera que el cristianismo desterraba la vitalidad en un cielo angelical. La ciencia no hace más que crear su recodo particular donde la verdad aplaca las vanidades interiores y nos hace sentir plácidamente más cómodos portando el pesar de nuestra existencia. ¿Y por qué la verdad es mejor que la farsa? Así el arte, el único modelo de conocimiento que no presume de ser verdadero, sino que el mismo se proclama como mentira, es el único que mínimamente aspira a la veracidad.
En
resumen, una obra que me ha hecho recapacitar a partir de lo que ya sabía de
este autor. Recomiendo de todas formas que se lean algunas de sus obras
anteriores para una mejor comprensión de las reseñas y remembranzas que se
hacen a lo largo del libro. Ya iré trasvasando y profundizando críticamente algunas de sus ideas.
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