
La asquerosidad
aneja a nuestro comportamiento no solidario e individualista, a veces se
manifiesta de muy pintorescas maneras. El desprecio intrínseco al odio se agita
entre los dedos de una mujer que no quiere hablar más porque la cota de producción
de palabras ha sido cumplida con creces y el empresario burgués que la gobierna
no requiere más sus servicios de ayuda psicológica. La negativa de un bálsamo
para el mártir silencioso que se refugia en el plano de separación entre la
sobra y el suelo. El instinto reprimido por la autoridad, por ser lo que creo que no deben ser los seres humanos, la aceptación del destino y su consecuente ejecución. Yo mismo cuando no soporto que alguien se enamore de mí,
porque solo yo puedo decidir vivir completamente solo, hacerme el sáxeo, el
diamante irrompible y ver como lo intenta mortíferamente.
He pedido
siempre una oportunidad, pero la primera persona que no la otorga soy yo, lo
que me convierte en un desacreditado seudónimo de intelectual que cínicamente
lleva a sus oídos las palabras que deseo que otras personas hagan suyas, tal
vez, para que te hagan cambiar.
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