sábado, 19 de octubre de 2013

Cualquier tiempo pasado fue mejor

Y como siempre, cualquier tiempo pasado fue mejor. Cualquier tiempo en el que vomitar el desconsuelo desgarrador de la excusa y la imposibilidad de cambio presente. El incómodo acecho constante e implacable de la tortura mental, por muy leve y compendioso que sea, siempre nos hará echar la vista atrás en busca solo de los recuerdos que buenamente nos hacen olvidar los problemas del instante. La proporcionalidad distancia-distorsión es evidente. A mayor lejanía temporal las islas de nuestra intrahistoria florecen sus palmeras más brillantes dejando en sombra la memoria dubitativa.

Caemos, anulados por el olor tedioso de la almohada limpia, en esos pasadizos del laberinto que pueden traernos fisiológicamente una cascada de reacciones emocionales tan duras y secas como si fueran vividas en la realidad. Pero la droga, la química analgésica que alquimistas nosotros autosintetizamos para no sentir nada, perece; trayendo su abstinencia una caía celeste que a unos mata y a otros deja tan doloridos que no tienen  más que repetir el proceso de intoxicación con otra dosis superior; enalteciendo las probabilidades de destrucción.

Dejar en el olvido, los seres que más nos han deñado, solo tarea de dioses. Un intento, escribir esta entrada donde quiero dejar recordad la parte de mi aún por construir vida llena de la única miseria que me sigue batiendo en duelo. ¡Púdrete! Tan sencillo es para mí revivir los momentos de sensación de pura felicidad conversacional como solo ver en ti la barbarie de tu actitud.

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