Ayer, en la fiesta reencuentro
con mis antiguos compañeros del colegio crucé impresiones con dos amigas a las
que tengo en gran estima con las que, allá por el mayo de 2011 en el viaje de
fin de curso, firmé de palabra un juramento para mantener el romanticismo
sentimental que actualmente en grave decadencia discurre por las endiabladas estratagemas
del cortejo contemporáneo; alocado y no razonado comedidamente por la mente
de los jóvenes deseosos exclusivamente de lívido, al margen como veo, de la
integridad y dignidad del sujeto que se pretende.
El
romanticismo se está perdiendo, objetivamente, entendido como la aurora que
envuelve a los pulcros amantes que prescinden de realmente la falsa carantoña
banal y trascienden en la completa entrega, el detalle sorprendente y la
estética de los cuerpos. Cursilerías, y me anticipo a tu pensamiento, solo así
apuras la crítica, sujeto falto de voluntad verdadera.
El
sistema social ha sido rediseñado para anquilosar toda aquella forma de
conducta humana que no produzca enriquecimiento económico. Muñecos, tropeles
del consumismo desmedido ausentes de significado, ignorantes vagan sin remedio
ni salvación por las calles completamente carentes de afecto y emotividad.
Más de
muchas locuras habré llevado a cabo por este motivo... Una vez me llamaron
"caja de sorpresas". Llamad a todos los telefonillos, cantad su
canción preferida, remad a viento y marejada, retratad, bailad y que no se os
olvide la sonrisa. ¿Os apuntáis al pacto?
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